miércoles, 15 de mayo de 2013

El Secreto De Niall-Capitulo 19


Capítulo 19
Se alojaron en la playa en un hotel en forma de una de las tradicionales pirámides mayas. Demi descansaba en los fuertes brazos de Niall, todavía estremecida tras su primer encuentro íntimo. Tenía el rostro sonrojado y los ojos brillantes cuando los alzó para mirarlo.
—Luego mejora —le susurró Niall mientras le deslizaba suavemente los labios por boca—. La primera vez normalmente es difícil.
—¿Difícil? —Ella se apoyó en un codo—. ¿Estamos hablando de la misma primera vez? ¡Cielos, creí que me iba a morir!
Los azules ojos de Niall brillaron.
—Perdóname. Di por hecho que todos esos gemidos significaban que… no hagas eso —dijo riéndose mientras ella lo pellizcaba—. Tendremos que volver a repetirlo enseguida —sugirió—. Esta vez pondré más atención.
Demi se rió y le besó el ancho hombro.
—Más te vale —replicó ella apoyándolo contra las almohadas.
—No seas dura conmigo, soy frágil —protestó Niall—. Quítame las manos de encima… no soy esa clase de hombre.
—Claro que lo eres —bromeó ella apretando la boca contra la suya. Niall se quedó muy quieto durante un largo tiempo después de eso.
Pasearon tomados de la mano por la playa al amanecer, viendo cómo las gaviotas sobrevolaban el increíble azul del Golfo de México.
—Nunca imaginé que pudieran existir lugares así —aseguró Demi feliz—. La arena parece azúcar.
—Tendremos que llevarnos unas postales. No puedo creer que nos hayamos olvidado la cámara digital —suspiró.
—Podríamos comprar una en el hotel —sugirió ella—. Tengo que hacerte al menos una foto en bañador para ponerla en casa.
—Lo justo es que yo también te la haga a ti.
Ella se rió.
—De acuerdo.
—También deberíamos comprar regalos para todo el mundo.
—Incluso para el jefe Graves.
—¿Qué sugieres?
—Algo musical.
Niall frunció los labios.
—Le llevaremos una de esas flautas de madera.
—¡No! Algo musical.
Él la estrechó entre sus brazos.
—Que sea algo musical.
Tras la luna de miel, se detuvieron a pasar el fin de semana en el rancho de los Horan en Medicine Ridge, donde Demi tuvo tiempo de conocer mejor a la cuñada de Niall, Kasie.
—Me daba mucho miedo no encajar aquí —le confesó Demi mientras recorrían el jardín de la casa. Las flores crecían en abundancia alrededor de la enorme piscina—. Quiero decir… este mundo es muy distinto a todo lo que conozco.
—Sé exactamente cómo te sientes —le aseguró Kasie—. Yo nací en África. Mis padres eran misioneros allí —recordó con tristeza—. Los mataron delante de nosotros, de mi hermano Kantor y de mí. Nos fuimos a vivir con nuestra tía a Arizona. Kantor creció, se casó y tuvo una niña. Estaba sobrevolando África en un servicio courier cuando sufrió un ataque. Les dispararon a su familia y a él en el avión y murieron.
Kasie se sentó en uno de los bancos y miró hacia el horizonte.
—Nunca pensé que yo terminaría aquí —dijo—. A Gil ni siquiera le caía bien al principio —aseguró riéndose—. Me hizo la vida imposible cuando vine a trabajar aquí.
—No parece esa clase de hombre —aseguró Demi.
—Puede ser muy amable. Pero había perdido a su esposa en un accidente de equitación y no quería volver a casarse nunca. Dijo que yo me colé por sorpresa. Por supuesto, pensaba que era demasiado joven para él.
—Igual que Niall —suspiró Demi—. Y yo estaba convencida de que era demasiado rico para mí.
Kasie se rió.
—Yo también sentía eso. Pero ya ves, no tiene nada que ver con el dinero. Tiene que ver con los sentimientos y las cosas que tengáis en común. A veces Gil y yo nos quedamos hablando horas y horas. Es mi mejor amigo además de mi marido.
—Yo siento lo mismo por Niall —aseguró Demi—. Ha encajado perfectamente en mi familia, como si los conociera de siempre.
—Mamá Luke también adoptó a Gil al instante —captó la mirada de curiosidad de Demi—. Oh, es la hermana de mi madre. Es monja.
—¡Cielos!
—Mi madre estaba embarazada de mí y de Kantor cuando un mercenario le salvó la vida —se explicó—. Se llamaba K.C. Kantor. Nos pusieron así a los dos por él.
—He oído hablar de él —dijo Demi vacilando. No quería repetir lo que había escuchado sobre aquel millonario solitario y malhumorado.
—La mayoría de las cosas que has oído seguro que son ciertas —se rió Kasie al ver su expresión—. Pero yo le debo la vida. Es un buen hombre. Seguramente se habría casado con Mamá Luke si ella no hubiera sentido la llamada de Dios.
—¿Está casado?
Kasie frunció el ceño.
—Tengo entendido que se casó una vez con una mujer terrible y que se divorció de ella enseguida. No sé si es verdad. Esa clase de cosas no se preguntan.
—Entiendo.
—A los padres de Gil les has caído bien —dijo Kasie de repente.
—¿Ah, sí? —Demi estaba asombrada—. ¡Pero si apenas tuve ocasión de cruzar dos palabras con ellos en la boda!
—Pero Niall sí —Kasie sonrió—. Cantaba tus alabanzas mucho antes de casarse contigo. Magdalena dice que quiere que le enseñes a hacer punto.
—Sí, eso me dijo Niall, pero creí que era broma.
—No, es en serio. Ya verás, se presentará un día de éstos en tu rancho con su set de costura y tendrás que echarla de allí con la escoba.
Demi se sonrojó.
—Nunca haría una cosa así. Es guapísima.
—Sí. Los chicos y ella ni siquiera se hablaban antes de que yo me casara con Gil. Yo lo convencí para que nos reuniéramos con ellos en nuestra luna de miel. Gil estaba conmocionado. Sus padres se casaron muy jóvenes y tuvieron hijos mucho antes de estar preparados para ello. El tío de Niall y Gil se los llevó con él y dejó a sus padres fuera de sus vidas. Fue una tragedia. Crecieron creyendo que sus padres no los querían. No era cierto. Sencillamente, no sabían cómo acercarse a sus hijos después de tantos años.
—Yo pienso que padres e hijos necesitan estar juntos esos primeros años —aseguró Demi.
—Estoy totalmente de acuerdo —dijo Kasie sonriendo—. Gil y yo queremos tener hijos propios, pero primero queremos que las niñas se sientan seguras con nosotros. No hay prisa. Tenemos muchos años por delante.
—Las niñas parecen muy felices.
Kasie asintió.
—Es como si fueran hijas mías —dijo con dulzura—. Las quiero mucho. Se me rompió el corazón cuando Gil me envió a casa desde Nassau y me dijo que no estuviera allí cuando ellas llegaran.
—¿Cómo?
Kasie se rió.
—Tuvimos un noviazgo difícil. Algún día te lo contaré todo. Pero ahora será mejor que entremos. Tu marido se pondrá nervioso si no te ve.
—Es un buen marido.
—Es bueno. Como mi Gil. Tenemos suerte para ser dos chicas pobres, ¿no te parece? —le preguntó.
Demi la tomó del brazo.
—Sí. Pero las dos viviríamos en una chabola y coseríamos a mano si nos lo pidieran.
—¿De qué habéis estado hablando tanto tiempo? —le preguntó Niall aquella noche a Demi cuando la abrazó en la cama.
—De los hombres tan maravillosos con los que nos hemos casado —respondió ella adormilada alzándose para darle un beso.
—¿Te ha hablado Kasie de su pasado?
—Sí. Qué historia tan increíble. Y me dijo que Gil al principio no la aguantaba.
—Es verdad —Niall se rió—. Incluso llegó a despedirla. Pero se dio cuenta a tiempo de su error. Ella era una mujer misteriosa y mi hermano no estaba dispuesto a volver a arriesgar su corazón.
—Algo parecido a ti —murmuró Demi.
Niall se rió.
—Algo parecido —la estrechó contra sí y cerró los ojos—. Mañana volvemos a casa. ¿Estás preparada para vivir con tu marido, señora Horan?
—Preparada y deseosa, señor Horan —murmuró sonriendo mientras se quedaba dormida.
Varias semanas más tarde, Demi se había instalado ya en el rancho y estaba haciendo suficientes accesorios de punto y de croché como para convertir aquel lugar en un hogar. La señora Lovato tenía una nueva compañera, una enfermera de mediana edad llamada Helen, muy dulce y que cocinaba además de limpiar la casa. No tenía familia, así que la señora Lovato y Selene llenaron aquel espacio vacío de su vida. Ellas estaban encantadas. Demi y Niall las visitaban con regularidad. Pero eran como periquitos, resultaba difícil ver a uno sin el otro. Demi decía que parecían hermanos siameses, y Niall estuvo completamente de acuerdo.
Una tarde. Niall entró en casa por la puerta de atrás acompañado del jefe Graves, que sonreía de oreja a oreja.
—Tenemos visita —le dijo Niall a Demi parándose a su lado y estrechándola cálidamente contra sí—. Nos trae noticias.
—Pensé que os gustaría saber que el señor Tarleton tiene que cumplir una condena de cinco años —dijo encantado—. Lo encerraron el pasado viernes. Va a recurrir, por supuesto, pero no le servirá de nada. Lo grabaron en vídeo mientras accedía a los términos del acuerdo. Ya os dije que la juez era muy dura con los cargos de agresión sexual.
Demi asintió.
—Lo lamento por él —dijo—. Ojalá hubiera aprendido la lección la última vez en Wyoming. Supongo que, cuando haces algo mal durante mucho tiempo, no puedes dejar de hacerlo.
—Los agresores suelen ser reincidentes en muchas ocasiones —replicó Graves con solemnidad—, Pero ya está fuera de las calles, no podrá hacer daño a más mujeres —apretó los labios—. También quería daros las gracias por el regalo que me habéis traído de México. Aunque tengo una curiosidad.
—¿De qué se trata? —preguntó Demi.
—¿Cómo sabíais que tocaba la flauta?
Ella alzó las cejas.
—¿Tocas la flauta? —preguntó sorprendida.
El jefe de policía se rió.
—Tal vez tu esposa sea clarividente —le dijo a Niall—. Más te vale cuidar bien de ella. Una mujer con ese don vale su peso en oro.
—Y que lo digas —respondió Niall mirando a su esposa con arrobo.
—Vuelvo al pueblo. Cuidaos.
—Tú también —le dijo Demi.
Cuando Graves se subió a su camioneta. Niall se giró hacia Demi con los ojos entornados.
—Así que puedes leer el pensamiento, ¿verdad? —Le apretó la frente contra la suya y le rodeó la cintura con las manos—. ¿Crees que puedes decirme lo que estoy pensando en este momento? —la retó en broma.
Ella se puso de puntillas y le dijo algo al oído.
Niall se rió, la agarró en brazos y entró en el vestíbulo con ella a cuestas. Demi se abrazó con fuerza a él. La mente de algunos hombres, pensó con picardía, no resultaba en absoluto difícil de leer.



Fin =) 

El Secreto De Niall-Capitulo 18


Capítulo 18
Niall torció el gesto.
—Era la única manera, Demi —aseguró tratando de razonar con ella. Parecía angustiada—. Tu madre habría muerto. Comprobé la cobertura de tu seguro cuando le dije a Buck que te pusiera en la nómina como ayudante. No tenía una opción médica mejor. Le dije a Buck que pensara en algún plan, pero tu madre se puso peor antes de que pudiéramos dar con algo.
Demi era consciente de que el corazón le latía demasiado fuerte.
Nunca podría devolverle a Niall lo que había pagado. Había sido pobre toda su vida, pero nunca se había sentido tan humillada como en ese momento.
—Ahora sois parte de mi vida —le dijo él con dulzura—. Tu madre, Selene y tú. Por supuesto que iba a hacer todo lo que pudiera por vosotras. ¡Por el amor de Dios, no trates de reducir lo que sentimos el uno por el otro a un puñado de dólares!
—No puedo devolvértelo —gimió.
—¿Te lo he pedido?
—Pero… —protestó Demi, preparándose para una larga batalla.
La puerta se abrió tras ellos y Theodore Graves, el jefe de policía, entró. Tenía el ceño fruncido. Asintió mirando a Niall y se acercó a Demi.
Se echó el sombrero hacia atrás.
—El ayudante del fiscal del distrito, Addy, dice que has accedido a acusar a Tarleton de un delito menor —aseguró—. No quiere hablar conmigo del tema, y me gustaría que tú me dieras una explicación.
Demi suspiró. Se sentía culpable.
—Es por mi madre —confesó—. Él —dijo señalando a Niall— es muy conocido. Si el caso llega a los tribunales, aparecerán los periodistas para averiguar por qué está relacionado con un caso de acoso sexual. Mi madre se estresará mucho, el cáncer volverá y tendremos que enterrarla.
Graves torció el gesto.
—No había pensado en eso —murmuró frunciendo el ceño—. ¿A qué te refieres cuando dices que es muy conocido? —Preguntó señalando a Niall—. Es un capataz de rancho.
—No —dijo Demi con un suspiro—. Es Niall Horan.
Graves alzó una de sus oscuras cejas.
—¿De los Horan de Medicine Ridge?
Niall se encogió de hombros.
—Me temo que sí.
—Oh, Dios mío…
—Pero al menos tendrá antecedentes policiales —repitió Demi.
—De acuerdo —suspiró el jefe de policía—. Me conformaría con que pasara un tiempo a la sombra.
—Bien —intervino Niall—. Yo soy el más decepcionado, pero no quería ver a mi futura suegra morir por culpa de esto.
—¿Suegra? —Graves lo miró asombrado.
—Bueno, tenemos que hablar de ello —protestó Demi sonrojándose.
—Ya lo hemos hablado —replicó Niall—. Prometiste que te casarías conmigo.
—Eso fue antes de que supiera quién eres —le espetó con dureza.
—Me gustan las bodas —comentó Graves con una sonrisa.
—Agradezco tu interés —le atajó Demi—. Me gustaría enviar al señor Tarleton yo misma a prisión si el precio no hubiera sido tan alto.
—Qué coincidencia —murmuró Graves entornando los ojos—. Durante las dos últimas semanas yo no he pensado en otra cosa que en enviarlo a la cárcel. De hecho, nunca viene mal recomendar la prisión al fiscal del distrito —aseguró.
—El señor Addy dice que es poco probable que ingrese en la cárcel, ya que es su primer delito —dijo Demi con tristeza.
—Qué curioso —respondió el jefe con una sonrisa malévola—. Ayer pasé un rato delante del ordenador y me topé con una condena anterior por acoso sexual en Wyoming, donde el señor Tarleton estuvo trabajando hace dos años. Estuvo en libertad condicional por ello. Lo que lo convierte en reincidente —Graves sonrió de modo angelical—. Se lo acabo de contar a Addy.
—¿De veras? —Demi contuvo el aliento.
—Pensé que te gustaría saberlo —aseguró el jefe de policía—. Imaginé que un hombre así debía de tener una condena en algún sitio. En Montana no, así que empecé a buscar por los estados adyacentes. Comprobé el historial de delitos de Wyoming, se me encendió una luz y llamé al fiscal del distrito en que se puso la denuncia. ¡Menuda historia me contó! Así que esta mañana a primera hora fui a hablar con Addy.
—Ahora me siento mejor por haber accedido a llegar a un acuerdo —aseguró Demi—. Su historial delictivo afectará a la sentencia, ¿verdad?
—Sin duda —le aseguró Graves—. Y, además, el juez que se va a encargar de su caso es famoso por su severidad ante los delitos sexuales. Es una mujer.
A Demi se le iluminaron los ojos.
—Pobre señor Tarleton.
—Qué bueno que haya venido a traernos las últimas noticias —dijo Niall encantado.
Graves se caló el sombrero hasta los ojos.
—No os olvidéis de mi invitación de boda —les pidió sonriendo.
—Gracias otra vez —le dijo Demi.
—Me gustan los finales felices —se despidió Graves.
Cuando se hubo marchado, Niall se giró hacia Demi con mirada escrutadora.
—Voy a venir a buscarte después de la cena —le informó—. Tenemos mucho de qué hablar.
—Niall, soy pobre —comenzó a decir.
Él se reclinó en el mostrador y la besó con dulzura.
—Yo sería pobre si no te tuviera a ti —le dijo tiernamente. Sacó una cajita recubierta de terciopelo del bolsillo y se la puso en las manos—. Ábrela cuando me haya ido.
—¿Qué es? —preguntó ella en un susurro.
—Algo de lo que tenemos que hablar, por supuesto —Niall le guiñó un ojo y sonrió de oreja a oreja. Salió por la puerta y la cerró despacio tras de sí.
Demi abrió la cajita. Era una alianza de boda de oro y un precioso anillo con un diamante. Se los quedó mirando hasta que las lágrimas le quemaron los ojos. Un hombre compraba un juego de anillos como ésos cuando quería que se heredaran, que pasaran de generación en generación. Demi los estrechó contra su corazón. A pesar de sus diferencias, sabía lo que iba a decir.
La señora Lovato tardó varios minutos en entender lo que Demi le estaba diciendo.
—No, cariño —insistía—. Niall trabaja para el señor Horan. Eso fue lo que nos dijo.
—Sí, pero no mencionó que Taggert era su segundo nombre, no su apellido —replicó Demi con paciencia—. Su hermano Gil y él son los ganaderos más famosos del Oeste.
Su madre se reclinó hacia atrás exhalando un suspiro.
—Entonces, ¿qué buscaba por aquí? —preguntó dolida.
—Bueno, ésa es la parte más interesante —replicó Demi sonrojándose—. Parece que él… quiere que… me ha traído esto —sacó la cajita, la abrió y se la puso a su madre en las manos.
Los ojos de la señora Lovato observaron los anillos con fascinación.
—Qué hermosura —dijo acariciando la alianza antes de alzar la mirada hacia su hija con los ojos empañados en lágrimas—. Va en serio, ¿verdad?
—Sí, creo que sí —Demi suspiró y se sentó al lado de su madre—. Todavía no me lo puedo creer.
—La cuenta del hospital… —comenzó a decir la señora Lovato—. No había ningún fondo, ¿verdad?
Demi negó con la cabeza.
—Niall dijo que no podía quedarse mirando cómo te morías. Te tiene cariño.
—Yo también se lo tengo a él —replicó la señora Lovato—. Y quiere casarse con mi hija —sus ojos adquirieron un brillo extraño—. Es curioso. ¿Recuerdas que te conté que mi abuela me dijo yo sería pobre pero mi hija viviría como una reina? —se rió—. ¡Dios mío!
—Quizá fuera clarividente de verdad —Demi tomó los anillos de mano de su madre y se los quedó mirando. Al parecer, los sueños podían hacerse realidad.
Niall fue a buscarla justo cuando se puso el sol. Se tomó su tiempo para saludar con un beso a la señora Lovato y a Selene y para asegurarles que no pensaba llevarse a Demi fuera del condado cuando se casaran.
—Voy a llevar este rancho yo mismo —las tranquilizó con una sonrisa—. Demi y yo viviremos aquí. La casa tiene sitio de sobra, así que podéis venir a vivir con nosotros.
La señora Lovato parecía preocupada.
—Tal vez no sea mucho, Niall, pero yo nací en esta casa. He vivido aquí toda mi vida, incluso después de casarme.
Niall se inclinó para volver a besarla.
—De acuerdo. Si quieres quedarte aquí, haremos algunos arreglos y te buscaremos a alguien que te haga compañía.
—¿Harías eso por mí? —los ojos de la señora Lovato se iluminaron.
—Todo es poco para mi segunda madre —le aseguró él, y lo decía en serio—. Ahora Demi y yo vamos a hablar de los detalles. Nos veremos luego.
—Vas a ser el mejor yerno del planeta —dijo la madre de Demi dándole otro beso.
Niall la llevó al rancho. La cuadra estaba ya levantada, los establos, a punto de terminarse, y la casa, completamente reformada. Guió a Demi hasta la cocina, sonriendo ante su entusiasmo.
—Podemos tener cocinera si lo prefieres —le dijo.
Ella lo miró mientras deslizaba las manos por el horno lleno de botones relucientes.
—Oh, me gustaría encargarme yo —vaciló un instante—. Niall, en cuanto a mi madre y Selene…
Él se apartó del quicio de la puerta en la que estaba apoyado y la estrechó entre sus brazos. Tenía una expresión muy seria.
—Sé que estás preocupada por ellas. Pero hablaba en serio cuando dije lo de la acompañante. Necesita una enfermera, pero esa parte no se la contaremos a tu madre todavía.
—Todavía no está completamente recuperada. Sé que una enfermera cuidará de ella, pero…
—Me gusta cómo te preocupas por los tuyos —Niall sonrió—. Sé que no está lo suficientemente fuerte como para quedarse sola y que no lo admitirá. Pero estamos muy cerca y puedes ir todos los días a verla.
—De acuerdo —Demi sonrió—. Es que me preocupo.
—Esa es una de las cosas que más admiro de ti. Tu gran corazón.
—Tendrás que viajar mucho a las ferias de ganado, ¿verdad? —le preguntó ella, recordando lo que había leído en una revista sobre los Horan antes de saber quién era Niall.
—Antes lo hacía —dijo él—. Tenemos un capataz en el rancho de Medicine Ridge que ahora está exhibiendo los toros de Gil. Lo traeré aquí para que haga lo mismo con los nuestros. Ahora no quiero estar fuera de casa a menos que sea absolutamente necesario.
—Y yo no quiero que te vayas a menos que me lleves contigo —sonrió ella.
—Pensamos lo mismo —aseguró Niall—. No le he dicho nada a tu madre, pero ya he entrevistado a varias mujeres que podrían estar interesadas en ser internas. También he comprobado sus referencias. Cuando supe que iba a casarme contigo empecé a pensar en cómo se las iba a arreglar tu madre sin ti.
—Eres una caja de sorpresas —aseguró Demi sin aliento.
—Sí, lo soy —reconoció él con una sonrisa—. Las candidatas empezarán a llamar a la puerta sobre las diez de la mañana del viernes. Tu madre será más feliz en su propia casa, Demi.
—Creo que tienes razón —murmuró ella alzando la vista para mirarlo con sus ojos verdes.
—Podemos comprarle más comodidades y arreglar lo que esté mal en la casa.
—Hay muchas cosas que están mal —aseguró Demi preocupada.
—Soy rico, como tú me has recordado —respondió Niall con naturalidad—. Puedo cubrir los gastos de todo lo que Selene y ella necesiten. Después de todo, son mi familia.
Ella lo abrazó con calor y colocó la mejilla sobre su pecho.
—¿Quieres tener hijos? —le preguntó.
Niall alzó las cejas y sus ojos azules brillaron.
—Por supuesto. ¿Quieres que empecemos ahora mismo a encargarlos? —miró a su alrededor—. La mesa de la cocina es un poco pequeña pero… ¡Ay!
Demi le retiró el puño del estómago.
—Ya sabes a qué me refiero. De verdad, ¿qué voy a hacer contigo?
—¿Quieres que te dé alguna pista? —se ofreció Niall sonriendo con malicia mientras ella se sonrojaba violentamente.
—Mira por la ventana y dime lo que ves —le pidió ella.
Niall obedeció. Había gente entrando y saliendo de los establos sin terminar, trabajando en el interior.
—Te aseguro que si se te ocurre aunque sea besarme, estaremos en todas las páginas de sociedad de Internet —le dijo—. Y no sólo por ser quien eres.
Niall se rió a carcajadas.
—De acuerdo. Esperaremos —miró hacia fuera otra vez y torció el gesto antes de guiarla hacia un pasillo oscuro—. Necesitarán visión nocturna para vernos aquí —aseguró mientras se inclinaba para besarla con deseo.
Ella lo besó a su vez, sintiendo un calor explosivo por dentro tan intenso que pensó que iba a arder. Se estremecía cuando Niall la besaba así, con la boca y con todo el cuerpo. Él le deslizó las manos por la blusa y por los pechos. Sintió sus duros pezones y gimió, besándola todavía con más fuerza.
Demi no sabía nada sobre encuentros íntimos, pero de pronto deseaba vivir uno desesperadamente. Se alzó encima de él, tratando de acercarse todavía más. Niall la apretó contra la pared y apoyó su cuerpo contra el suyo, besándola más y más hasta que Demi gimió en voz alta y se estremeció.
Aquel sonido atravesó la mente de Niall. Se apartó de ella y dio un paso atrás, aspirando con fuerza el aire para recuperar el control que había estado a punto de perder.
—¿Te paras? —preguntó Demi sin aliento.
—Sí, me paro —respondió él tomándola de la mano y llevándola de nuevo hacia la cocina. Tenía las mejillas sonrojadas—. No volveremos a estar solos hasta la boda —añadió con firmeza mirándola a los ojos—. Vamos a hacerlo todo al modo convencional, ¿de acuerdo?
Ella sonrió con todo su corazón.
—De acuerdo.
—De todas maneras, no tenemos cama todavía —suspiró Niall.
A Demi le brillaban los ojos. Niall era muy divertido, y cuando la besaba veía fuegos artificiales. Su matrimonio iba a ser magnífico, de eso estaba segura. Dejó de preocuparse por ser pobre. Cuando se abrazaban, el dinero no importaba en absoluto.
El siguiente obstáculo fue el más duro. Niall anunció una semana después que su familia iba a llegar para conocer a su futura esposa. Demi no pudo dormir aquella noche por la preocupación. ¿Qué pensaría aquella gente tan rica cuando vieran dónde vivían, lo pobres que eran? ¿Creerían que iba sólo tras el dinero del Niall?
Todavía seguía preocupada cuando aparecieron la tarde siguiente por la puerta con Niall. Demi apareció ante ellos en el porche con su mejor vestido, que tenía dos años y estaba pasado de moda. Pero al hombre alto y rubio y a la esbelta mujer de cabello oscuro no parecía importarles cómo iba vestida. La mujer, que no parecía mucho mayor que ella, la abrazó con cariño.
—Soy Kasie —se presentó sonriendo de oreja a oreja—. Y él es Gil, mi marido.
Gil sonrió y le estrechó la mano con calor.
—Y éstas son nuestras niñas, Bess y Jenny —continuó Kasie señalando a las dos niñas rubias que llevaba tomadas de cada mano—. Decid hola, es la prometida del tío Niall.
Bess, la más alta, miró a Demi con los ojos muy abiertos.
—¿Vas a casarte con el tío Niall? Es muy simpático.
—Sí, lo es —reconoció Demi agarrando a Niall de la mano—. Os prometo que cuidaré muy bien de él. Vamos, entrad —les dijo—. Lo siento, no es un sitio muy… —añadió avergonzada.
—Demi, a nosotros nos crió nuestro tío, que odiaba las cosas materiales —le dijo Gil con dulzura—. Él creció en un sitio como éste. Nos gusta pensar que eso nos forjó el carácter.
—Lo que quiere decir es que no te disculpes —dijo Niall en un susurro.
Demi se rió. Más tarde se enteró de que Kasie había crecido en condiciones todavía más duras, en una zona de África que estaba en guerra. Sus padres, misioneros, fueron asesinados allí.
La señora Lovato, con Selene a su lado, los saludó un poco intimidada.
—Deja de poner esa cara —la reprendió Niall abrazándola—. Esta es mi futura suegra, la mujer más dulce que he conocido después de Kasie.
—¿Y yo? —preguntó Demi haciendo un puchero.
—Tú no eres dulce. Tú eres una maravilla —le dijo con una sonrisa.
—De acuerdo, me conformo —se rió ella girándose hacia los demás—. Entrad y sentaos. ¿Hago café?
—No, por favor —protestó Gil—. Ya me he tomado como cinco cafeteras de camino aquí. Anoche nos acostamos tarde tratando de recolocar la valla tras una tormenta. Kasie ha conducido casi todo el camino hasta aquí. No creo que pueda volver a tomar café en mi vida.
—¿Saliste con tus hombres a arreglar la valla? —preguntó la señora Lovato sorprendida.
—Por supuesto. Siempre lo hago —respondió Gil con naturalidad.
La señora Lovato se relajó. Y su hija también. Aquella gente no era como habían esperado. Incluso Selene se sintió cómoda, con lo tímida que solía ser con los desconocidos. Fue una visita maravillosa.
—Bueno, ¿qué te parecen? —le preguntó Niall a Demi mucho más tarde, cuando se preparaba para regresar al rancho.
—Son estupendos —respondió acomodándose contra su pecho en el porche oscuro—. No son ningunos esnobs. Me gustan.
—Y tú a ellos también —añadió Niall con una sonrisa—. Ya no hay más obstáculos. Ahora lo único que tenemos que hacer es casarnos.
—Pero yo no sé cómo organizar una gran boda —dijo Demi.
—No te preocupes. Conozco a alguien que puede hacerlo.

La boda la organizó maravillosamente una profesional de Colorado que Niall contrató. Era una mujer joven y dulce, y al parecer muy discreta. Demi estaba fascinada con las bodas que había organizado para gente por todo el país, entre ellas la de su cantante de country favorita.
—¿Tú organizaste esa boda? —exclamó Demi.
—Así es. Nadie supo nada hasta que estuvieron de luna de miel. Esa es la razón por la que me ha contratado tu futuro marido —admitió la joven—. Soy la discreción personificada. Y ahora dime qué colores te gustan y nos pondremos a trabajar.
Se decidieron por una combinación de rosa, amarillo y blanco. Demi había pensado en un sencillo vestido blanco, pero Mary Garnett le enseñó un traje de alta costura con los tonos bordados en seda. Era el vestido de novia más bonito que Demi había visto en su vida.
—¡Pero se podría comprar una casa por ese dinero! —exclamó al enterarse del precio.
Niall, que acababa de entrar en el salón de su casa, se detuvo en la puerta.
—Sólo nos vamos a casar una vez —le recordó.
—Pero es muy caro —protestó ella.
Niall se acercó al sofá y miró por encima del hombro a la fotografía del vestido.
—Cómpralo —le dijo a Mary.
Demi abrió la boca. Él se inclinó para callarla con un beso y volvió a salir. Mary sonrió.
Niall tenía otra sorpresa para ella metida en una cajita. Era un regalo de boda anticipado. Se había enterado de que tuvo que empeñar el reloj y la pistola de su abuelo para pagar las facturas y los había recuperado. Demi lloró como una niña. Lo que significó que Niall tuvo que consolarla a besos.
Ella insistió en seguir trabajando a pesar de las protestas de Niall. Quería ayudar más en la boda y se sentía culpable por no hacerlo, pero Mary lo tenía todo organizado. Se enviaron las invitaciones y se hicieron arreglos florales. Se contrató a una pequeña orquesta para que tocara en la fiesta.
La ceremonia iba a celebrarse en el rancho familiar de Medicine Ridge para asegurarse la privacidad. Gil ya había dicho que iba a contratar más seguridad para la ocasión que la que tenía el presidente de Estados Unidos. Nadie iba a estropear aquella boda. Y nadie podría entrar sin invitación y carné de identidad.
—¿Eso es realmente necesario? —le preguntó Demi a Niall cuando se quedaron solos.
—Ni te imaginas lo conocidos que son nuestros padres —suspiró él—. Ellos también vendrán a la boda, y mi padre no puede mantener la boca cerrada. Gil y Kasie le han hablado de ti y ya le está hablando a todo el que quiera escucharlo de su nueva nuera.
—¿Yo? —Demi estaba asombrada—. Pero si no tengo ninguna habilidad especial, y ni siquiera soy guapa.
—Tienes el corazón más grande que he visto en mi vida —le aseguró él sonriendo—. Lo que te hace especial no es lo que haces o lo que tienes, sino lo que eres, Demi.
Ella se sonrojó.
—¿Y tu madre?
Niall la besó en la punta de la nariz.
—Está tan contenta de tener acceso a sus nietas que nunca monta ningún escándalo por nada. Pero está encantada porque haya alguien en la familia que sepa hacer punto.
—¿Cómo sabes que sé hacer punto?
—¿Crees que no me he fijado en las mantas y en los tapetes que hay por toda la casa?
—Podría haberlos hecho mamá.
—Pero no es así. Ella me contó que puedes incluso hacer jerseys. A mi madre le encantaría aprender. Quiere que le enseñes.
—Por supuesto, es facilísimo. ¿No le importa que sea pobre? ¿Y a los demás? ¿No piensan que me caso contigo por tu dinero?
—Demi —le dijo Niall muy serio—, tú no sabías que tenía dinero hasta que te pedí en matrimonio. Y ellos lo saben.
—De acuerdo entonces —suspiró ella.
Niall se inclinó para besarla.
—Sólo quedan unos días —murmuró—. No puedo esperar.
—Yo tampoco —confesó Demi—. Es muy emocionante. Aunque implica mucho trabajo.
—Mary está haciendo casi todo para que tú no tengas que molestarte. Bueno, tendrás que buscar los vestidos adecuados para tu madre y Selene.
—Eso no es trabajo —se rió ella—. Les encanta ir de compras. Me alegro de que mamá haya terminado ya con la quimioterapia. Cada día está mejor. Me preocupaba que estuviera demasiado débil como para venir a la boda, pero dice que no se la perdería por nada del mundo.
—Tendremos a una enfermera profesional en la boda —le aseguró Niall—. Por si acaso. No te preocupes.

Por fin llegó la boda. Demi se había mordido las uñas hasta la raíz por la preocupación de que algo saliera mal. Niall le aseguró que todo iría sobre ruedas, pero ella no era capaz de relajarse.
Aunque una vez que estuvo en la puerta del gran salón de baile de la mansión de los Horan de Medicine Ridge, donde se iba a celebrar la boda, estaba menos nerviosa. La visión de Niall vestido de esmoquin delante del altar la tranquilizó. Esperó a que sonara la música y entonces agarró con fuerza el ramo de flores y empezó a caminar despacio por el pasillo. El corazón le latió locamente cuando llegó hasta Niall y él sonrió. Era el hombre más guapo que había visto en su vida. ¡Y se iba a casar con ella!
El sacerdote les sonrió a ambos y comenzó la ceremonia. Todo fue rutinario hasta que le preguntó a Niall si tenía los anillos. Niall comenzó a rebuscar en los bolsillos y no los encontró. Torció el gesto, asombrado.
—Tío Niall, ¿no te acuerdas? —Murmuró Jenny a su lado alzando un cojín de seda—. Los anillos los tengo yo.
Niall los tomó de la almohadilla y se inclinó para besar a su sobrina en la frente. La niña se rió y corrió a ponerse al lado de su hermana Bess.
El sacerdote terminó la ceremonia e invitó a Niall a que besara a la novia. Él levantó el precioso velo bordado que le cubría el rostro y lo echó hacia atrás. Sus ojos buscaron los suyos. Le sujetó el rostro con sus grandes manos. Se inclinó para besarla con tanta ternura que las lágrimas rodaron por las mejillas de Demi.
Volvió a sonar la música. Demi tomó a Niall de la mano y juntos recorrieron el pasillo para salir por la puerta. La fiesta iba a celebrarse en un gigantesco comedor del que se habían retirado los muebles para la ocasión. Mientras comían la tarta nupcial y se hacían las fotos, sonaba los acordes de Debussy interpretados por la orquesta. Demi vio que había estrellas de cine, políticos y al menos dos multimillonarios entre los invitados. Se estaba codeando con gente que sólo había visto en las revistas. Era fascinante.
—Un obstáculo más, señora Horan —le susurró Niall—, y entonces podremos irnos una semana entera a Cancún.
—Sol y playa.
—Y tú y yo. Y una cama —Niall alzó las cejas.
Demi se rió y escondió la cara contra su pecho para disimular el sonrojo.
—Bueno, no ha estado mal la boda —dijo una voz familiar detrás de ellos.
El jefe de policía Graves llevaba puesto un traje muy bonito y tenía un plato con un trozo de tarta en la mano.
—Pero no me gusta la tarta de chocolate —señaló—. Y no hay café.
—Sí hay café —aseguró Niall alzando una taza—. Yo no voy a bodas en las que no se sirva café.
—¿De dónde lo has sacado? —preguntó el policía.
Niall señaló hacia una esquina del fondo, donde había una cafetera medio llena detrás de un jarrón con flores.
Graves sonrió.
—Espero que tengáis una vida larga y feliz juntos.
—Gracias, jefe Graves —le dijo Demi.
—Me alegro de que hayas podido venir —aseguró Niall.
—Os he traído un regalo —dijo de pronto. Rebuscó en los bolsillos y sacó un paquetito—. Es algo muy útil.
—Gracias —dijo Demi conmovida quitándoselo de las manos.
El policía le dirigió a Niall una mirada cómplice, sonrió y fue en busca del café.
—Me pregunto qué será —murmuró Demi abriendo el paquete.
—¡Vaya! —exclamó Niall cuando vio lo que había dentro.
Demi miró por encima de su hombro y sonrió con afecto. Eran dos CDs dobles de música romántica.
Miraron hacia la esquina donde estaba la cafetera. Graves alzó su taza en su honor. Ellos se rieron y lo saludaron con la mano.

El Secreto De Niall-Capitulo 17


Capítulo 17
—Demi —dijo Niall con la voz ronca por el deseo.
Ella abrió los ojos.
—¿Qué?
—Mira por la ventanilla.
Ella giró la cabeza y se cruzó con la mirada de la vaca.
—¡Ah! —exclamó.
Niall rompió a reír. Le bajó la blusa y el sujetador y se incorporó, pasándose una mano por el pelo.
—Dios santo, me preguntaba por qué sentía el pelo tan mojado.
Ella se abrochó el sujetador. Se sentía avergonzada y al mismo tiempo le hacía gracia. La vaca se había retirado de la ventanilla, pero seguía mirándolos.
—Menos mal que éste era un lugar íntimo —bromeó Niall estirándose la camisa con un suspiro—. Supongo que no está tan mal que nos hayan interrumpido —añadió sonriendo al ver el rostro sonrojado de Demi—. Las cosas se estaban poniendo demasiado intensas.
Niall no parecía en absoluto avergonzado, pero ella no había llegado nunca antes tan lejos con un hombre. Se sentía incómoda por no haberle negado un acceso tan íntimo a su cuerpo. Y no podía olvidar hacia dónde se dirigía la otra mano justo en el momento en que apareció la vaca.
—No te preocupes —le dijo Niall con dulzura al ver su expresión—. Ha sido todo absolutamente natural.
—Supongo que tú… lo haces constantemente —insinuó.
Niall se encogió de hombros.
—Antes sí. Pero desde que te conozco, no he deseado hacerlo con nadie más.
Desde luego, sonaba sincero. Demi alzó la mirada con creciente esperanza.
—¿De verdad?
Niall entrelazó los dedos con los suyos.
—Hemos vivido situaciones muy intensas juntos en muy poco tiempo. El ataque de Tarleton, la recaída de tu madre, los tratamientos contra el cáncer… —Niall la miró a los ojos—. Dijiste que era parte de la familia, y así es como me siento. Cuando estoy contigo me siento en casa —miró hacia sus manos entrelazadas—. Quiero que siga siendo así —dijo con vacilación—. Quiero que estemos juntos. Quiero que, a partir de ahora, formes parte de mi vida.
Dejó escapar un largo suspiro antes de añadir:
—Me muero por tenerte.
Demi se sintió incómoda por el modo en que lo dijo. No comprendía que Niall no se hubiera comprometido nunca antes con ninguna otra mujer en su vida, ni siquiera con las que había tenido relaciones íntimas.
—Quieres acostarte conmigo —le espetó ella con brusquedad.
Niall le pasó un pulgar por los fríos dedos.
—Lo quiero todo contigo —aseguró—. Eres demasiado joven, pero mi hermano se casó con una mujer diez años menor que él y son absolutamente felices. Puede funcionar. Supongo que depende de la mujer, y ya hemos dicho que eres muy madura para tu edad.
—Tú no estás precisamente en la tercera edad, Niall —replicó Demi, que seguía teniendo curiosidad por lo que había sugerido—. Y eres muy atractivo. Hasta los bovinos se sienten atraídos por ti.
Niall clavó la vista en ella.
—No me mires así —se rió Demi—. Era a ti a quien estaba besando la vaca.
Niall se tocó el pelo y dio un respingo.
—Dios sabe dónde ha metido la boca.
Ella volvió a reírse.
—Bueno, al menos tiene buen gusto.
—Gracias —Niall retiró un paño rojo del salpicadero y se secó el pelo allí donde la vaca se lo había chupado. Seguía mirando a Demi—. No comprendes lo que te estoy diciendo, ¿verdad?
—La verdad es que no —confesó ella.
—Supongo que no me estoy expresando con claridad —murmuró—. Pero es que no había hecho esto nunca.
—¿Pedirle a alguien que viva contigo?
Niall la miró a los ojos.
—Pedirle a alguien que se case conmigo, Demi.
Ella dejó escapar el aliento que estaba conteniendo. Se lo quedó mirando fijamente. Durante un minuto se preguntó si no estaría soñando. Pero Niall seguía sin apartar la vista de ella. Estaba esperando.
Demi empezó a hablar pero se detuvo, confundida.
—Yo…
—Si hay algún mal hábito mío que te disguste, intentaré cambiar —murmuró sonriendo porque no le había dicho que no.
—Oh, no, no es eso. Es que yo… tengo muchas responsabilidades —comenzó a decir nerviosa.
Entonces Niall recordó lo que le había contado algún tiempo atrás. Los pocos hombres con los que había salido le habían dicho que no querían implicarse sentimentalmente con una mujer con tantas cargas familiares.
Niall sonrió.
—A mí me encantan tus responsabilidades —aseguró—. Tu madre y tu hermana son ya como parte de mi familia —se encogió de hombros—. Así tendré más familiares dependientes de mí —la miró con picardía—. No tendré que pagar tantos impuestos.
Demi se rió en voz alta. No se sentía intimidado. No le importaba. Le echó los brazos al cuello y lo besó con tanta pasión que Niall se olvidó de lo que habían estado hablando y la besó hasta que se quedaron sin aire.
—Pero seguiré trabajando —aseguró Demi sin aliento con los ojos brillándole como ascuas—. No voy a quedarme sentada y a permitir que tú nos mantengas a las tres. Yo cargaré con mi parte de responsabilidad —se rió sin darse cuenta de la repentina quietud de Niall ni de su expresión de culpabilidad—. Será divertido labrarnos un futuro juntos. Los momentos difíciles son los que unen a la gente.
—Demi, hay algunas cosas de las que tendremos que hablar —comenzó a decir.
—Muchas cosas —reconoció ella apoyando la mejilla contra su pecho—. Nunca imaginé que quisieras casarte conmigo. Intentaré ser la mejor esposa del mundo. Y además, como también me gustan los caballos y el ganado, te ayudaré con las tareas del rancho.
Le estaba partiendo el corazón y no se daba cuenta. Él le había mentido. No había pensado en las consecuencias. Debería haber sido sincero con ella desde el principio. Pero entonces se dio cuenta de que Demi nunca se le habría acercado si él hubiera entrado en el almacén de piensos siendo quien era. La joven que adoraba al capataz de un rancho daría un paso atrás y miraría con desprecio al millonario ganadero que entraría en un almacén a comprar cualquier cosa que se le antojara sin mirar siquiera el precio. Aquél era un pensamiento muy desagradable. Como mínimo, Demi se sentiría traicionada. Y tal vez llegara incluso a pensar que estaba jugando con ella.
Niall le pasó la mano por el suave cabello.
—Bueno, podemos esperar un día más —murmuró besándole la frente—. Hay tiempo de sobra para discusiones serias —le alzó la boca hacia la suya—. Esta noche acabamos de prometernos y lo estamos celebrando. Ven.
Cuando regresaron a casa, los dos estaban despeinados y con las bocas hinchadas. Demi no había sido tan feliz en su vida.
Niall se consoló diciéndose que todavía tenía tiempo para contarle a Demi la verdad. No tenía modo de saber que Bill Tarleton y su abogado acababan de presentarse ante el juez del distrito en el juzgado de Billings en una vista para solicitar que se desestimaran todos los cargos contra él. La razón de aquella petición, aseguró el abogado, era que el testigo que debía declarar contra Tarleton tenía una relación sentimental con la presunta víctima, y que no se trataba en realidad de ningún vaquero, sino de un adinerado ganadero de Medicine Ridge. La defensa argüía que aquella nueva información cambiaba la naturaleza de la acusación de un delito a un acto de celos. Se trataba de un hombre rico acusando a un hombre pobre porque estaba celoso de las atenciones que le dedicaba a su novia.
El fiscal del distrito, que también estaba presente en la vista, arguyó que aquella nueva información no suponía ninguna diferencia en el cargo principal, que era el de acoso sexual y agresión. Un médico del pueblo declararía sobre la condición física de la joven tras el ataque. El defensor público arguyó que él había visto el informe del médico y que sólo se decía que la joven tenía unas marcas rojas y algunos cardenales, nada más. Eso no podía considerarse como lesiones provocadas durante un ataque sexual, así que lo único que tal vez podía alegarse era agresión.
El juez tomó el caso en consideración y prometió tomar una decisión en el plazo de una semana. Entretanto, el ayudante del fiscal del distrito que llevaba el caso se presentó el lunes siguiente en casa de Demi para hablar con ella. Se llamaba James Addy.
—El señor Tarleton alega que el señor Horan exageró los cargos por culpa de los celos debido a la atención que le prestaba a usted —aseguró Addy en tono profesional abriendo el maletín en la mesa del comedor mientras Demi lo observaba boquiabierta.
—¿El señor Horan? ¿Quién es ése? —preguntó confundida—. Fue Niall Taggert quien me rescató. El señor Tarleton me besó y estaba tratando de forzarme. Grité pidiendo ayuda y el señor Taggert entró en aquel momento en el almacén y me ayudó. No conozco a ningún señor Horan.
El abogado se la quedó mirando.
—¿No sabe quién es Niall Horan? —le preguntó asombrado—. Su hermano y él son los dueños del rancho de Medicine Ridge. Es mundialmente famoso por su cría de toros. Aparte de eso, poseen muchas tierras no sólo en Montana, sino en los estados adyacentes, incluidas propiedades inmobiliarias. Sus padres son dueños de la cadena de revistas Sportsman. Es una de las familias más ricas del país.
—Sí —dijo Demi haciendo un esfuerzo por comprender de qué iba todo aquello—. He oído hablar de ellos. Pero, ¿qué tienen que ver con Niall Taggert, excepto que son sus jefes? —preguntó con inocencia.
El abogado terminó por rendirse. La joven no sabía quién era de verdad su pretendiente. Una mirada a su alrededor bastó para que se hiciera una idea de su situación económica. Sería muy raro que un millonario estuviera realmente interesado en una mujer tan pobre. Al parecer, Horan había estado jugando con ella. Addy frunció el ceño. Era un juego muy cruel.
—Su nombre completo es Niall Taggert Horan —dijo con tono amable—. Es el hermano pequeño de Gil Horan.
Demi palideció completamente. Había soñado con compartir su vida con Niall, trabajando para construir algo juntos. Pero él era millonario. La clase de hombre que se movía en altas esferas y tenía dinero a espuertas. Estaba allí supervisando la construcción de un nuevo rancho que añadir a su imperio. Demi estaba a mano y se había divertido con ella, la había engañado. No había dicho nunca la verdad, ni siquiera cuando le pidió que se casara con él.
Demi tenía ganas de vomitar. No sabía qué hacer.
¿Y cómo iba a contarles a su madre y a Selene la verdad? Se cruzó de brazos y se quedó quieta como una piedra, rogándole en silencio al abogado con sus ojos verdes que le dijera que todo era mentira, una broma.
Pero no lo era. Addy torció el gesto.
—Lo siento mucho —dijo de corazón—. Creí que sabía usted la verdad.
—Hasta ahora no —dijo Demi en voz muy baja. Cerró los ojos. El dolor era insoportable. El mundo se derrumbaba a su alrededor.
Addy dejó escapar un suspiro.
—Señorita Lovato, odio tener que preguntarle esto, pero, ¿de verdad hubo agresión?
Demi parpadeó antes de mirarlo fijamente. ¿Cómo podía preguntarle eso?
—El señor Tarleton me besó y trató de forzarme. Yo me resistí. Él estaba furioso, me agarró con fuerza y me tiró al suelo. En ese momento, el señor Taggert… —se detuvo y tragó saliva—, el señor Horan vino en mi ayuda. Apartó de encima de mí al señor Tarleton y luego llamó a la policía.
El abogado parecía preocupado.
—La llevaron al médico. ¿Cómo la encontró?
—Bueno, tenía algunos cardenales y estaba magullada. Tenía la blusa rota. Supongo que no había muchas pruebas físicas, pero me había asustado. Estaba disgustada y lloraba.
—Señorita Lovato, ¿hubo auténtico ataque sexual?
Demi comprendió entonces lo que quería decirle.
—Oh… Bueno, no. Me besó y trató de tocarme, pero no intentó quitarme más ropa, si eso es a lo que se refiere.
—A eso me refiero —Addy se reclinó en la silla—. No podemos juzgar a alguien por agresión sexual sólo por un beso no deseado. Podemos acusarlo de acoso sexual y de cualquier contacto que no haya sido deseado. Sin embargo, la ley prevé que, si lo condenan, la sentencia máxima será de seis meses de cárcel o el pago de una multa que no superará los quinientos dólares. Si en el transcurso de ese contacto sexual el agresor provoca daños corporales, pueden caerle cuatro años de cárcel. En este caso, sin embargo, le pedirán a usted que muestre las heridas resultantes de ese beso no deseado. Sinceramente —añadió—, no creo que dadas las circunstancias ningún jurado considere que un contacto no deseado y unos cardenales basten para condenar a un hombre a cadena perpetua.
Demi suspiró.
—Sí. Parece un tanto drástico incluso para mí. ¿Es cierto que no tiene ninguna condena anterior? —preguntó con curiosidad.
El abogado negó con la cabeza.
—Descubrimos que lo habían acusado de acoso sexual en otra ciudad, pero lo declararon inocente, así que no hubo condena.
Demi estaba cansada de todo aquel asunto. Cansada de hablar del acoso de Tarleton, cansada de tener que seguir recordándolo. Si insistía en que lo procesaran por atacarla, no podía proporcionar ninguna prueba real. El abogado de Tarleton la destrozaría en la tribuna de los testigos y volvería a sentirse humillada. Pero por muy terrible que fuera, era peor pensar en presentarse ante un tribunal y pedir que metieran a un hombre de por vida en la cárcel porque había intentado besarla. El abogado tenía razón: aunque Tarleton había intentado atacarla sexualmente, lo único que había conseguido era besarla y magullarla un poco. Eso era desagradable y repugnante, pero no un crimen terrible. Y, sin embargo, Demi odiaba la idea de que no lo condenaran.
Estuvo a punto de protestar. Había sido algo más que un zarandeo. El hombre había intentado llegar mucho más lejos, y lo había intentado con otra pobre chica que se sintió demasiado avergonzada como para llevarlo ajuicio. Demi tenía agallas. Podía hacerlo.
Pero entonces se le pasó por la cabeza un pensamiento aterrador: si Niall Taggert Horan era llamado a declarar por parte de la acusación, aquello se convertiría en un circo mediático. Él era famoso. Su presencia en el juicio atraería a la prensa. Habría equipos de televisión, cámaras, reporteros… Se emitiría a nivel nacional. Su madre sufriría por ello. Y Selene también. Si fuera por ella, se arriesgaría. Pero no podía hacerlo por su madre, que todavía seguía con su tratamiento contra el cáncer y no debía sufrir ningún tipo de estrés en aquellos momentos. Demi alzó los hombros.
—Señor Addy, el juicio se convertirá en un circo mediático si el señor… Horan es llamado a declarar, ¿verdad? Hablarán de mi madre y de Selene en esos horribles programas de cotilleo si sale a la luz que yo soy pobre y Niall rico, y que en medio hay una historia de agresión sexual. Piense en cómo harán que suene. Es la clase de historia a la que cierto tipo de prensa le encantaría echar el guante. El nombre de Niall garantizará que a la gente le interese lo que ocurra.
Addy vaciló.
—Eso no habría que tomarlo en consideración.
—Mi madre tiene cáncer de pulmón —respondió ella con firmeza—. Acaba de pasar por una operación muy peligrosa y está recibiendo quimio y radioterapia. No puede sufrir más estrés del que ya ha vivido. Si existe la más mínima posibilidad de que este juicio provoque ese tipo de publicidad, no puedo arriesgarme. Así que, ¿qué puedo hacer?
El señor Addy consideró la pregunta.
—Creo que podemos negociar para que lo acusen de ataque sexual con la condena más leve. Sé que no es perfecto —aseguró—. Seguramente tendrá que pagar la multa y pasar un tiempo muy reducido en la cárcel. Pero al menos tendrá antecedentes penales y cualquier otra agresión futura acabaría con él. Tiene un abogado de oficio, pero parece ansioso de evitar pasar más tiempo en la cárcel a la espera del juicio. Creo que estará de acuerdo con que lo acusen de un delito menor. Sobre todo considerando quién es el testigo. Cuando piense en las consecuencias de intentar ensuciar el buen nombre de Niall Horan y en los abogados que éste podría contratar durante el juicio, creo que accederá.
Demi pensó en ello, y en el trauma de pasar por un juicio con toda la prensa delante. Al menos de esa forma Tarleton tendría antecedentes penales y eso podría bastar para que no intentara futuros ataques contra otras mujeres.
—De acuerdo —dijo—. Siempre y cuando no salga impune.
—Oh, no lo hará, señorita Lovato —aseguró Addy con solemnidad—. Eso se lo prometo. Pero si prefiere mantenerse firme en la acusación original, yo iré a por él a pesar de los obstáculos. ¿De verdad quiere llegar a este acuerdo?
Demi sonrió con tristeza.
—La verdad es que no. Me gustaría que pagara por lo que hizo. Pero tengo que pensar en mi madre. Esta es la única manera de hacerle pagar por lo que ocurrió sin hacer daño a mi familia. Si se llega a celebrar el juicio con toda la prensa presente, puede que salga absuelto debido a la publicidad. Usted mismo ha dicho que ya estaban intentando hacer que parezca que Niall estaba celoso y por eso montó todo este escándalo, porque es rico y poderoso. Sé que los Horan pueden permitirse los mejores abogados, pero tampoco sería justo ponerlos en esa situación. El señor Horan tiene dos sobrinas pequeñas —Demi torció el gesto—. Usted sabe que el sistema legal no siempre es justo.
Addy sonrió.
—Estoy de acuerdo.
—Confío en estar haciendo lo correcto —dijo Demi con un suspiro—. Si sale libre y vuelve a hacerle daño a otra mujer porque yo me eché para atrás, no me lo perdonaría nunca.
El abogado la miró durante un instante.
—No se está echando usted atrás, señorita Lovato. Se está comprometiendo. Tal vez parezca que Tarleton se ha salido con la suya, pero no es verdad.
Demi sonrió.
—De acuerdo entonces.
Addy cerró el maletín y se puso de pie. Extendió la mano para estrechar la de Demi.
—Tendrá antecedentes penales —le prometió—. Si intenta volver a hacer algo parecido en Montana, le prometo que se pasará mucho tiempo viendo el mundo a través de los barrotes de su celda —aseguró.
—Gracias, señor Addy.
—Le haré saber cómo van las coscas. Buenas noches.
Demi lo vio salir con mirada pensativa. La señora Lovato salió de su dormitorio envuelta en un chal, pálida y débil.
—¿Podrías darme un poco de zumo de piña, cariño? —le preguntó forzando una sonrisa.
—Por supuesto —Demi corrió a buscárselo—. ¿Te encuentras bien? —le preguntó preocupada.
—Sólo un poco revuelta. No hay nada de qué preocuparse, es normal con este tratamiento. Por suerte, terminará dentro de unas semanas —frunció el ceño—. ¿Qué ocurre? ¿Quién era ese hombre con el que estabas hablando?
—Vamos, vuelve a la cama —Demi se acercó a ella y la ayudó a meterse en la cama. Luego la tapó y le dio a beber un poco de zumo. Se sentó a su lado—. Era uno de los ayudantes del fiscal del distrito, el señor Addy. Ha venido a hablar del señor Tarleton. Quiere que lleguemos a un acuerdo para que no terminemos yendo ajuicio.
La señora Lovato frunció el ceño.
—Es culpable de acoso. Te atacó. Debería pagar por ello.
—Y pagará. Tendrá que pasar tiempo en la cárcel y pagar una multa —respondió Demi endulzando la respuesta—. Tendrá antecedentes penales. Pero yo no tendré que sufrir la humillación del interrogatorio de su abogado.
La señora Lovato bebió el zumo. Pensó en lo que supondría un juicio de ese tipo para Demi. Suspiró.
—De acuerdo, cariño. Si tú estás satisfecha, yo también —sonrió—. ¿Has sabido algo de Niall? Dijo que me traería chocolate cuando volviera.
Demi vaciló. No podía contárselo a su madre. Al menos por el momento.
—No sé nada de él —dijo.
—No tienes buen aspecto…
—Estoy bien —mintió Demi sonriendo—. Ahora, vuelve a la cama. Voy a preparar la ropa de Selene para mañana.
—De acuerdo, cariño —su madre se acomodó en las almohadas—. Eres demasiado buena conmigo, Demi. Cuando me pueda levantar, quiero que vayas a muchos sitios con Niall. Voy a recuperarme gracias a él y a esos médicos de Billings. Por fin podré cuidar de mí misma y de Selene, y tú podrás vivir tu vida.
—No digas eso —la regañó Demi—. Te quiero. Nada de lo que haga por ti y por Selene es una carga para mí.
—Sí, pero hasta el momento has tenido una familia que te ataba —dijo la señora Lovato con dulzura—. Hemos limitado tu vida social.
—Mi vida social es perfecta, gracias.
Su madre sonrió.
—Seguro. Pero espera a que vuelva Niall. Tiene una sorpresa para ti.
—¿Ah, sí?
Demi se preguntó si la sorpresa sería lo que el abogado acababa de contarle. Estaba demasiado afectada como para que le importara, pero no podía demostrarlo. Su madre estaba emocionada. Sería una crueldad acabar con sus esperanzas y revelarle la verdad sobre aquel hombre al que su madre idealizaba.
—Sí. Pero no te desveles. Tienes mala cara.
—Sólo estoy cansada. Hemos estado metiendo sacos muy grandes en el almacén —mintió con una sonrisa—. Buenas noches, mamá.
—Buenas noches, querida. Que duermas bien.
Como si fuera tan fácil, pensó mientras cerraba la puerta. Se metió en la cama y lloró hasta quedarse dormida.

Niall apareció un día después en el almacén. Regresaba de un inesperado viaje de negocios a Colorado. Vio a Demi tras el mostrador y se acercó a ella con una sonrisa radiante.
Demi alzó la vista y lo miró, y a juzgar por la expresión de su rostro. Niall supo que todo había terminado. Estaba incómoda y nerviosa y no se atrevía a mirarlo a los ojos.
Niall no se molestó en hacer las preguntas preliminares. Entornó los ojos con gesto furioso.
—¿Quién te lo ha contado? —preguntó.
Ella dejó escapar un suspiro. Niall le daba miedo con aquella expresión. Ahora que sabía quién era de verdad, se sentía intimidada. Aquel hombre podía ir donde quisiera, comprar lo que le viniera en gana, hacer lo que le placiera. Estaba a años luz de ella, que vivía en una casa que tenía goteras en el tejado. Era como un desconocido. El vaquero sonriente y amable se había convertido en alguien completamente distinto.
—Ha sido el ayudante del fiscal del distrito —dijo con tono débil—. Vino a verme. El señor Tarleton tenía pensado insinuar que estabas celoso de él y que me obligaste a poner una denuncia.
Niall explotó.
—¡Traeré abogados capaces de encerrarlo para el resto de su miserable vida! —exclamó con rabia.
—¡No! —Demi tragó saliva—. No, por favor. Piensa en lo que supondría para mi madre si una manada de reporteros viniera a cubrir la historia por… por ser tú quien eres —consiguió decir—. El estrés le dificulta mucho las cosas.
Niall la miró con intensidad.
—No había pensado en eso —dijo en voz baja—. Lo siento.
—El señor Addy dice que el señor Tarleton accederá probablemente a declararse culpable del cargo de acoso sexual —Demi suspiró—. Eso supone una multa y un tiempo de cárcel. El señor Addy estaba dispuesto a procesarlo por cargos más duros, pero tendría que haber pruebas de que hizo algo más que besarme.
Niall frunció el ceño. Sabía a qué se refería. Era poco probable que un jurado condenara a nadie por acoso sexual y agresión, y era imposible demostrar que Tarleton quería llegar mucho más lejos. Eso le hizo enfadar. Quería que aquel hombre fuera a prisión. Pero la señora Lovato tendría que pagar el precio. Dado lo delicado de su condición, probablemente la mataría ver a Demi pasar por el trago del juicio. El nombre de Niall garantizaría el interés de la prensa. En cualquier caso, tendría unas palabras con el señor Addy. Demi no tenía por qué enterarse.
—¿Cómo está tu madre? —le preguntó.
—Bastante bien —respondió ella con tono forzado—. Los tratamientos la han dejado un poco anémica y débil y tiene náuseas, aunque le dan medicinas para paliarlas.
No añadió que pagarlas la estaba llevando a la bancarrota. Ya había empeñado el reloj y la pistola de su abuelo para llegar a fin de mes. Pero no pensaba admitirlo.
—Le he traído unos bombones —le dijo Niall sonriendo—. Le gusta el chocolate holandés.
Demi lo miraba con los ojos muy abiertos.
—La mimas demasiado —respondió.
Él se encogió de hombros.
—¿Y qué? Soy rico. Puedo mimar a la gente si quiero.
—Ya, pero…
—Si tú fueras rica y yo no, ¿vacilarías en hacer todo lo que pudieras por mí si yo tuviera problemas?
—Por supuesto que no —le aseguró.
—Entonces, ¿por qué debería importarte si mimo a tu madre? Y menos ahora, que lo ha pasado tan mal.
—No me importa. Eso sólo que…
Se detuvo de golpe. Demi palideció al darse cuenta de pronto de todo lo que Niall había hecho por ellas.
—¿Qué ocurre? —preguntó él.
—No había ningún fondo para pagar la operación ni los tratamientos —dijo con voz rota—. ¡Tú lo pagaste! ¡Tú lo pagaste todo!

El Secreto De Niall-Capitulo 16


Capítulo 15
Demi se giró y vio al mismísimo Caleb acercándose hacia ellos con su uniforme completo, con botas militares y boina. Estaba muy guapo.
—Caleb —dijo Demi con afecto acercándose a saludarlo—. ¿Cómo has sabido que estábamos aquí?
Él la abrazó suavemente.
—Tengo una prima que trabaja aquí. Recordó que había ido a verte y que te apellidabas Lovato. ¿Cómo está tu madre?
—Acaba de salir de la operación. El pronóstico es bueno. Niall averiguó que había un fondo que lo paga todo, ¿no es increíble? ¡No sabía que hubiera programas así aquí!
Caleb sabía que no los había. Miró a Niall y, a pesar de la expresión antipática que tenía, le sonrió. Fue lo suficientemente rápido para darse cuenta de que Niall había intercedido de manera muy generosa por la madre de Demi y que no quería que nadie lo supiera.
—Es muy amable por tu parte haber hecho eso por ellas —aseguró diciéndole a Niall con los ojos cosas que Demi no vio.
Niall se relajó un poco. Tal vez el muchacho fuera competencia, pero tenía el corazón en su sitio. Demi le había dicho que era un amigo, pero a Caleb debía de importarle mucho ella para haber ido directo al hospital cuando se enteró de lo de su madre.
—Son buena gente —se limitó a decir.
—Sí, lo son —reconoció Caleb. Se giró para mirar a Demi mientras Niall se quedaba enfurruñado.
—Gracias por venir a vernos —le dijo ella.
—Ojalá pudiera quedarme —respondió Caleb—, pero tengo que reincorporarme a mi misión. Voy camino al aeropuerto.
—Que tengas un buen vuelo de regreso —le dijo Demi—. Y cuídate.
—Lo mismo digo. Y no te olvides de enviarme esa fotografía.
—No lo olvidaré. Hasta pronto, Caleb.
—Hasta pronto —se inclinó para darle un beso en la mejilla, sonrió a regañadientes a Niall y se marchó.
—¿Qué fotografía? —preguntó con agresividad.
—No es para él —dijo Demi, encantada de verlo celoso—. Es para que la vea su mejor amigo.
Niall no se quedó muy convencido. Pero justo cuando iba a empezar a preguntarle, entró el cirujano en la sala de espera con una sonrisa.
Le estrechó la mano a Niall y se giró hacia Demi.
—Tu madre está muy bien. Ahora mismo se está recuperando y luego la llevaremos a la sala de cuidados intensivos. Sólo durante un par de días —añadió rápidamente cuando Demi palideció—. Es el procedimiento normal. Queremos vigilarla día y noche hasta que se estabilice.
—¿Podemos entrar a verla Selene y yo? —Preguntó Demi—. ¿Y Niall? —añadió señalando hacia el hombre que tenía al lado.
El cirujano vaciló.
—¿Has visto alguna vez a alguien que acaba de salir de una operación, muchacha? —le preguntó con cariño.
—Bueno, sí, al tío abuelo Jack… aunque sólo lo vi de reojo. ¿Por qué?
—Los pacientes recién operados están blancos como la cera. Tienen tubos por todas partes y están conectados a máquinas. Puede impresionar si no estás preparada para ella.
—Mamá vivirá gracias a usted —dijo Demi sonriendo—. Seguro que estará guapísima. Las máquinas no me importan, la ayudan a vivir, ¿verdad?
El cirujano también sonrió. Su optimismo resultaba contagioso.
—De acuerdo. Os dejaré pasar cinco minutos, no más —afirmó—. Os avisaré en cuanto la traslademos a la unidad de cuidados intensivos.
—Gracias de todo corazón —dijo Demi.
—Es mi trabajo —respondió el cirujano.
—Debe de ser el trabajo más gratificante del mundo —insistió ella—. Yo nunca le he salvado la vida a nadie, pero debe de ser maravilloso.
Cuando el cirujano se hubo marchado, Niall la miró muy serio.
—Yo salvé la vida de un hombre en una ocasión.
—¿Ah, sí? ¿Cómo fue? —preguntó Demi.
—Le lancé un bate de béisbol y fallé.
—¡Oh, tonto! —Demi lo rodeó con sus brazos y apoyó la cabeza en su pecho—. Eres maravilloso.
Él le acarició el oscuro cabello. Selene sonreía por encima de la cabeza de su hermana con expresión feliz. A pesar del dramatismo de la situación, aquél era uno de los mejores días de la vida de Niall. Nunca se había sentido tan necesario.
A Demi se le permitió entrar en la unidad de cuidados intensivos el tiempo necesario para ver a su madre y quedarse un instante a su lado. Niall estaba a su lado. Demi se sentía algo insegura a pesar de las esperanzas que le habían dado, y se agarró de la mano de Niall como si tuviera miedo de caerse sin su apoyo.
Se quedó mirando la blanca e inmóvil figura que había sobre la cama. Las máquinas soltaban pitidos. El respirador automático emitía extraños sonidos mientras insuflaba aire en el inmóvil cuerpo de su madre. Su pecho subía y bajaba muy despacio.
—Está viva —susurró Niall—. Se va a poner bien y volverá a casa convertida en una persona diferente.
Demi lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
—Es sólo que… la quiero mucho.
Niall sonrió con ternura y la besó en la frente.
—Ella también te quiere, cariño. Se va a poner bien.
Demi exhaló un suspiro y trató de controlar sus emociones. Se secó las lágrimas.
—Sí.
Se acercó más a la cama y se inclinó sobre su madre. Recordó que cuando era niña había tenido un virus que la dejó débil y casi deshidratada. Su madre había estado a su lado en la cama dándole líquidos durante todo el día. Le ponía paños húmedos y le susurraba que la quería mucho, que todo iba a salir bien.
—Todo va a salir bien, mamá —susurró besándole la pálida frente—. Te queremos mucho y pronto volverás a casa.
La señora Lovato no respondió, pero movió la mano casi imperceptiblemente. Niall apretó la mano de Demi.
—¿Has visto eso? —le preguntó con una sonrisa—. Te ha oído.
—Claro que sí —respondió la joven.

Tres días más tarde, la señora Lovato estaba incorporada en la cama comiendo gelatina. Estaba débil y dolorida, pero sonreía.
—¿No te lo había dicho? —La reprendió Niall—. Es demasiado fuerte como para que una cosita menor como una operación acabe con ella.
La señora Lovato le sonrió.
—Has sido muy bueno con nosotras, Niall —dijo. Su voz resultaba todavía algo ronca debido a la respiración artificial, pero sonaba alegre—. Demi me ha hablado del palacio al que las has llevado a Selene y a ella.
—No es ningún palacio —bromeó él—. No es más que un lugar para dormir. Pero ser atento va con el cargo —aseguró metiéndose las manos en los bolsillos—. Formo parte de la familia. Ella lo dijo —concluyó señalando a Demi.
—Es verdad —reconoció ella.
Niall la miró de un modo que la hizo sonrojarse. Entonces él disimuló su turbación soltando una risa nerviosa.

Durante las semanas que siguieron, Niall dividió su tiempo entre los tratamientos de la señora Lovato en Billings y la creciente responsabilidad del nuevo rancho, que ya estaba comenzando a tomar forma. La cuadra ya estaba levantada, con sus relucientes pasillos de ladrillo y los establos con puertas de metal. El corral tenía vallas blancas entrelazadas con cables eléctricos ocultos. Los pastos se habían sembrado con unas semillas antiguas de hierba con las que Niall estaba experimentando. El precio del maíz estaba por las nubes debido a la subida de los carburantes. Los rancheros buscaban nuevas formas de alimentar a sus ganados, así que utilizaban semillas de praderas tradicionales junto con suplementos vitamínicos. Niall había mandado construir un gigantesco silo de hormigón para guardar el grano que recolectaran a finales de verano. Reformar por completo aquel lugar era un trabajo monumental. Niall delegaba todo lo que podía, pero había decisiones que debía tomarlas él.
Por otra parte, se puso en marcha el juicio contra Bill Tarleton. Se llevaron a cabo las investigaciones previas por parte tanto del fiscal del distrito como del abogado defensor de oficio. Demi fue interrogada por ambas partes. Sus preguntas la hicieron sentirse inquieta y nerviosa. El abogado defensor parecía creer que ella se le había insinuado al señor Tarleton. Eso le dolió.
Se lo contó a Niall cuando pasó el viernes por la noche después de cenar por su casa para ver cómo seguía la señora Lovato. No había pasado por el almacén en toda la semana debido a sus compromisos en el rancho.
—Me dejará como una fulana barata delante del tribunal —protestó—. Eso dejará mal también a mi madre y a Selene.
—Decir la verdad no dejará mal a nadie, querida —protestó la señora Lovato. Estaba sentada en el salón cosiendo. Un gorro tejido le cubría la cabeza. El pelo había comenzado a caérsele por la radioterapia, pero no había permitido que eso la hundiera. Tejió una docena de gorros en diferentes colores y estilos.
—Deberías escuchar a tu madre —estuvo de acuerdo Niall—. No dejes que se salga con la suya, Demi. No fue culpa tuya.
—El abogado hizo que pareciera que sí. El ayudante del fiscal del distrito que me entrevistó me preguntó qué clase de ropa llevaba a trabajar y le dije que pantalones vaqueros y camisa, y de las largas. Él sonrió y me dijo que no habría importado ni aunque llevara biquini. Dijo que el señor Tarleton no tenía por qué hacerme sentir incómoda en mi lugar de trabajo, independientemente de la ropa que llevara.
—Me gusta ese ayudante del fiscal —aseguró Niall—. Tiene mucha energía. Algún día terminará en el puesto de fiscal general. Dicen que tiene el récord de condenas en los dos años que lleva en el circuito judicial.
—Espero que haga sentir al señor Tarleton tan incómodo como el abogado de oficio me hizo sentir a mí —aseguró Demi dolida. Se frotó los brazos desnudos, como si pensar en el juicio le hiciera sentir frío—. No sé si voy a ser capaz de sentarme delante de un jurado y contar lo que ocurrió.
—Piensa que la mayoría de los miembros del jurado será seguramente gente que conoces de toda la vida —la interrumpió la señora Lovato.
—Esa es otra —suspiró Demi—. El abogado defensor está intentando que el juicio se celebre en Billings, porque dice que el señor Tarleton no podría tener un juicio justo aquí.
Niall frunció el ceño. Eso cambiaba las cosas. Pero él testificaría, igual que Demi. Con suerte, Tarleton se llevaría su merecido. Niall sabía a ciencia cierta que si él no hubiera intervenido, las cosas habrían ido más lejos.
—El día que ese hombre llegó al pueblo, fue un día aciago para Hollister —aseguró la señora Lovato—. Demi llegaba a casa todos los días sintiéndose muy triste.
—Deberías haber llamado al dueño y haberte quejado —intervino Niall.
Ella torció el gesto.
—No me atreví. El dueño no me conocía mucho, y temía que creyera que me estaba inventando cuentos del señor Tarleton porque quería quedarme con su puesto de trabajo.
—Ya está hecho, pero tú no eres así, Demi —insistió Niall—. Él habría investigado y lo hubiera sabido.
Ella suspiró.
—Ahora ya esa agua pasada —replicó con tristeza—. Sé que llevarlo ante los tribunales es lo correcto. Pero, ¿y si sale libre y va a por mí, o a por mamá o Selene en busca de venganza? —preguntó horrorizada.
—Si lo hace, será la peor decisión de su vida, te lo prometo —aseguró Niall. Sus ojos azules brillaban peligrosamente—. Y en cuanto a lo de salir sin cargos, si eso llegara a ocurrir por algún milagro, presentarías una demanda civil contra él por daños y perjuicios y yo te la financiaría.
—Supe que eras un buen hombre desde la primera vez que te vi —aseguró la señora Lovato.
Demi le sonreía. Se sentía protegida y segura. Se sonrojó cuando Niall se giró para mirarla con una expresión tan intensa que le dio un vuelco al corazón.
—¿Por qué tiene que ser tan complicada la vida? —preguntó transcurridos unos instantes.
Niall se encogió de hombros.
—Me supera, cielo —respondió poniéndose de pie sin darse cuenta de que aquella palabra cariñosa había vuelto a hacer sonrojar a Demi—. Pero así son las cosas. Tengo que volver al rancho —dijo consultando el reloj—. Mañana me pasaré otra vez por aquí. Podemos ir a ver una película si te apetece.
Demi sonrió.
—Me encantaría —miró a su madre y vaciló.
—Tengo teléfono móvil —señaló la señora Lovato—. Y Selene está aquí.
—Fuiste al cine con ese soldado y no pusiste tantos inconvenientes —murmuró Niall.
La señora Lovato sonrió. Aquello eran celos. Demi pareció darse también cuenta, porque se le iluminaron los ojos.
—No estoy poniendo inconvenientes —aseguró ella—. Y me encanta ir al cine.
—De acuerdo —dijo entonces Niall—. Estaré aquí sobre las seis. El restaurante chino que acaban de abrir tiene muy buena comida. Podría traer algo y que cenáramos aquí antes de irnos.
Ellas vacilaron antes de aceptar. Había hecho tanto ya por la familia…
—Es comida china, no joyas —dijo él—. Gano un buen sueldo y no bebo, no fumo, no juego ni voy con mujeres de mala reputación.
La señora Lovato y Demi sonrieron.
—De acuerdo —dijo la joven—. Pero cuando me haga rica y famosa por mis habilidades como dependienta, te lo devolveré todo.
Niall se rió.
—Trato hecho.

La comida china consistió en una gran cantidad de platos, muchos de los cuales podían guardarse en la nevera y así tendrían comida para las tres durante el fin de semana. Sabían que Niall lo había hecho adrede, pero no volvieron a quejarse. Tenía un gran corazón y quería ayudarlas.
Después de cenar, Niall ayudó a Demi a subir a la cabina de su camioneta y después entró él. Todavía había algo de luz, pero el sol comenzaba a ponerse formando un haz de brillantes colores. Era como una sinfonía de rojos, naranjas y amarillos contra la silueta de las montañas en la distancia.
—Esto es precioso —dijo Demi observando el atardecer—. No me gustaría vivir en ningún otro lugar.
Niall la miró. Sentía nostalgia de Medicine Ridge de vez en cuando, pero a él también le gustaba Hollister. Era un lugar pequeño y acogedor con gente amable y rodeado de campo abierto. Se podía conducir durante kilómetros y kilómetros sin cruzarse con otro coche o ver siquiera una casa.
—¿Vamos a ir a las multisalas del pueblo? —le preguntó a Niall.
Él sonrió como un niño.
—No —contestó—. He encontrado un motocine al aire libre justo a las afueras del pueblo. El dueño lo reinauguró hace apenas un mes. Dijo que era el cine al que él iba de pequeño y que ya era hora de devolverlo a la vida. No sé si será capaz de mantenerlo abierto durante mucho tiempo, pero pensé que podíamos echarle un vistazo.
—Guau —exclamó Demi—. He leído sobre ellos en las novelas.
—Yo también, pero nunca he estado en uno. Nuestro tío solía hablar de ellos. Este está en medio de un prado de vacas. El ganado pasta por ahí.
Ella se rió encantada.
—Estás viendo una película con las ventanillas abiertas y una vaca mete la cabeza en tu coche —dijo.
—No me sorprendería.
—Me gustan las vacas. No me importaría.
—A mí tampoco. He estado toda mi vida rodeado de ganado —aseguró Niall satisfecho—. Me gustan mucho los animales. En el rancho vamos a tener también caballos. Puedes venir a montar cuando quieras y llevarte a Selene.
—Tengo que enseñarle a montar —dijo Demi—. Nunca ha subido a un caballo, y a mí también tendrás que darme algunas clases. Hace mucho que no monto.
Niall la miró con cariño.
—Me encantaría.
El motocine estaba en un prado despejado que había a un par de kilómetros de la autopista. Había una marquesina con el nombre de la película que iban a poner. Era de ciencia ficción, sobre un carguero espacial y su valiente tripulación que se enfrentaba a un malvado imperio tecnológico. Siguieron por una polvorienta carretera rodeada de árboles hasta llegar al prado. Había espacio para unos veinte coches, y ya había seis frente a la gran pantalla en blanco. Un adolescente que se parecía mucho al dueño del cine, al que Niall conocía, y que probablemente fuera su hijo, vendía las entradas.
Niall detuvo la camioneta en un espacio que había libre, apagó el motor y miró a su alrededor divertido.
—Lo único que falta es un puesto de bebidas y pizzas y un cuarto de baño —murmuró—. Tal vez lo ponga si el motocine tiene éxito.
—Se está bien así, sin todo eso —aseguró ella mirando a su alrededor.
—Sí, es verdad.
Niall bajó las dos ventanillas y estiró la mano hacia el altavoz que tenía al lado. Lo encendió y subió el volumen justo cuando se iluminaba la pantalla con los mensajes de bienvenida.
—¡Esto es estupendo! —se rió Demi encendiendo el altavoz de su lado.
—¿Verdad que sí?
Niall dejó el sombrero en la parte de atrás de la camioneta, se desabrochó el cinturón de seguridad y luego hizo lo mismo con el de Demi antes de pasarle el largo brazo por la espalda y apoyarle la mejilla en el pelo.
—¿No estamos mejor así? —murmuró sonriendo.
Ella le colocó una mano en la pechera de la camisa mientras se acurrucaba en él con un suspiro.
—Mucho mejor.
La primera parte de la película fue divertidísima. Pero no la vieron terminar. Niall había mirado el rostro feliz de Demi bajo la parpadeante luz de la pantalla y el deseo creció en él como una marea ardiente. Había pasado bastante tiempo desde que sintió la suave boca de Demi bajo sus labios, y tenía hambre de ella. Desde que la conocía no había vuelto a sentir el más mínimo interés por otras mujeres. Sólo estaba Demi.
Le agarró suavemente del pelo para girarle la cara hacia la suya.
—¿Esto es todo lo que quieres, Demi? —le preguntó con dulzura—. ¿Vivir en un pueblo pequeño y trabajar en un almacén de piensos? ¿No echarás de menos saber lo que es ir a la universidad o trabajar en una gran ciudad y conocer gente sofisticada? —le preguntó con solemnidad.
Los ojos de Demi buscaron los suyos.
—¿Y por qué iba a desear eso? —le preguntó con genuino interés.
—Eres muy joven, y esto es lo único que conoces.
—El señor Barten, que lleva el concesionario de coches, nació en Hollister y nunca en toda su vida ha salido del condado —le contó—. Está casado con la señorita Jane desde que él tenía dieciocho años y ella dieciséis. Tienen cinco hijos.
Niall frunció el ceño.
—¿Qué intentas decirme?
—Te estoy contando cómo vive la gente aquí —contestó Demi con sencillez—. No tenemos gustos extravagantes. Somos gente de pueblo. Nos casamos. Tenemos hijos. Nos hacemos viejos viendo crecer a nuestros nietos. Luego nos morimos. Nos entierran aquí. Tenemos un campo precioso por el que podemos pasear y en el que pasta el ganado. Tenemos arroyos claros y sin contaminar y cielos azules. Nos sentamos en el porche cuando oscurece a escuchar el canto de los grillos en verano. Si alguien enferma, los vecinos acuden en su ayuda. Si alguien muere, consuelan a los familiares. Aquí en Hollister tenemos todo lo que necesitamos y queremos.
Demi inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿Qué puede ofrecernos una ciudad en comparación con todo eso? —añadió.
Niall se la quedó mirando sin hablar. Nunca había visto las cosas de aquella manera. A él le encantaba Medicine Ridge, pero había ido a la universidad en el Este y había viajado por todo el mundo. Tenía opciones. Demi no. Por otro lado, las razones que había expuesto para explicar por qué era feliz donde vivía resultaban muy maduras. En el ambiente de Niall había gente que ni siquiera sabía quién era ni dónde estaba su lugar.
—¿En qué estás pensando? —le preguntó Demi.
—En que eres un alma madura dentro de un cuerpo joven —respondió él.
Ella se rió.
—Eso me dice mi madre todo el rato.
—Y tiene razón. Así que eres feliz viviendo aquí. ¿Y si obtuvieras una beca y pudieras ir a la universidad a estudiar lo que quisieras?
—¿Y quién se ocuparía de mamá y de Selene?
—La mayoría de las mujeres estarían más interesadas en su carrera profesional que en estar atadas a responsabilidades familiares.
—Ya me he dado cuenta —suspiró Demi—. Una noche vi una entrevista en la televisión a una mujer de éxito. Se había cambiado tres veces de ciudad en un solo año en busca de un trabajo que la satisficiera. Estaba divorciada y tenía un hijo de ocho años. Yo me pregunté qué le parecería a él haber estado en tres escuelas diferentes en un mismo año para que ella pudiera sentirse satisfecha.
Niall frunció el ceño.
—Los niños se adaptan.
—Por supuesto que sí —replicó Demi—. La mayoría se adapta a vivir sólo con uno de sus padres porque mucha gente se divorcia, o se adaptan a formar de repente parte de la familia de otra persona. Se adaptan a que sus padres trabajen sin parar y estén demasiado cansados para jugar con ellos o para hablar cuando salen del colegio. Se les anima también a participar en todo tipo de actividades extra escolares, y así tienen béisbol, fútbol y teatro cuando no están estudiando.
Demi se acercó más a Niall.
—Entonces, ¿cuándo tienen los padres tiempo de llegar a conocer a sus hijos? Hoy en día todo el mundo está muy ocupado. He leído que hay niños que incluso tienen que mandarles mensajes de texto a sus padres para quedar con ellos.
Niall suspiró.
—Supongo que a mi hermano y a mí nos protegieron de todo eso. Nuestro tío nos mantuvo siempre cerca del rancho. Practicábamos deporte y teníamos muchas tareas que hacer en el rancho. No contábamos con teléfonos móviles ni coche. Siempre comíamos juntos y la mayoría de las noches nos entreteníamos con algún juego de mesa o salíamos fuera con los telescopios a observar las estrellas. Tampoco era un gran aficionado a las actividades extraescolares. Decía que eran una mala influencia, porque en nuestro colegio había niños de la ciudad que, según él, tenían una moralidad escandalosa.
Demi se rió.
—Eso era lo que decía mamá de algunos niños de mi clase —torció el gesto—. Supongo que he estado muy protegida. Tengo teléfono móvil, pero no sé cómo mandar mensajes de texto.
—Yo te enseñaré —aseguró él con una sonrisa—. Envío muchos.
—Seguro que tu teléfono hace muchas cosas más aparte de llamar.
—Tiene Internet, películas, música, deportes y correo electrónico.
—¡Vaya! El mío sólo sirve para llamar.
Niall se rió. Estaba completamente fuera del mundo. Pero le encantaba que fuera así. Se le borró la sonrisa del rostro al mirar sus dulces ojos.
—Supongo que el futuro no ofrece garantías —dijo como para sí mismo mientras se inclinaba despacio—. Llevo aquí cinco minutos sentado recordando lo dulces que resultan tus labios bajo mi boca, Demi —susurró mientras la entreabría—. Te deseo como un muchacho.
Mientras hablaba, la colocó sobre su regazo y la besó con pasión lenta y creciente. Le desabrochó los botones de la blusa y deslizó una mano dentro de su sujetador con una maestría que la dejó sin respiración.
Le acarició el duro pezón con movimientos lentos y seductores mientras se alimentaba de su boca, hasta que la hizo gemir y arquearse contra él.
Demi sentía que le ardía la piel. Se moría porque Niall le quitara la blusa y todo lo que llevaba debajo. Quería sentir sus labios. Era una locura. Podía escuchar el latido de su propio corazón, sentir el deseo que iba creciendo en su cuerpo virgen. Nunca antes había deseado a un hombre. Ahora lo deseaba a él con un abandono que contradecía todos los razonamientos de protesta de su cuerpo. Niall alzó la cabeza, frustrado, y miró a su alrededor en la oscuridad. La escena de la pantalla no proyectaba mucha luz. Nadie podría verlos. Volvió a inclinar la cabeza y subió el sujetador y la camisa de Demi hasta la barbilla. Sus ojos dieron con sus senos y se estremeció de deseo al contemplarlos.
Ella se inclinó débilmente, animándolo. Niall se metió muy despacio uno de sus pechos en la boca, tirando suavemente de él mientras su lengua exploraba el duro pezón hasta arrancarle a Demi un gemido.
Aquel sonido lo animó. Su boca se volvió más brusca. El brazo que tenía detrás de Demi se volvió de acero. Deslizó la mano libre por su vientre desnudo hasta la apertura de los pantalones vaqueros. Estaba tan excitado que se le olvidó incluso donde estaban.
Hasta que notó algo húmedo y áspero en la cara.
Niall tardó un minuto en darse cuenta de que no era, no podía ser, la boca de Demi. Estaba muy húmeda. Hizo un esfuerzo por levantar la cabeza y abrió los ojos. La enorme cabeza de una vaca se asomaba por la ventanilla abierta de la camioneta.
Lo estaba lamiendo.